jueves, 28 de octubre de 2010

Como un ajo


En un post anterior en el que os hablaba de los beneficios del ron y de los efectos de su ingesta, dejé caer que hablaría de una anécdota que me pasó cuando vivía en Madrid. Vamos a ella.

Había quedado con el director creativo de la agencia en la que trabajaba para llevar unos carteles a una discoteca de música latina de la C/ Orense. Estuvimos cenando y fuimos al local, el cual había sido alquilado por los estudiantes de ICADE (que no eran pijos, nooo, para nada). Las chicas de la puerta, muy monas ellas, muy rubias y muy todo, nos dijeron amablemente que sin entrada no estaba permitido el paso, ya que era una fiesta privada, o sea, solo para gente como nosotros, sabeessss?

Marc, mi jefe, le dijo que habíamos quedado para hablar con el dueño del local, osease, que íbamos a entrar si o si. Ella todavía arrugó su tersa frente diciendo que bueno, que era una fiesta privada y tal, o sea...total, que el negro matón que estaba en la puerta cogió su pinganillo y llamó al dueño, el cual muy educadamente nos acompañó al interior dentro. Le dimos sus carteles y nos dijo aquella frase que tantos esperábamos Marc y yo de "bueno señores, tomareis una copa, no??"

Y nos tomamos unas cuantas, porque la fiesta privada molaba un huevo (desde luego, hay que ver que divertidos son estos pijines, cortados todos por el mismo patrón, con las mismas camisas, el mismo corte de pelo, los mismos calzoncillos de cuadritos tipo "shorts" asomando por encima de un pantalón que no es cagón, sino que se lo han bajado ellos a la fuerza, y para remate, zapatos castellanos o mocasines, tócate los cojones). Bueno, pues que nos tomamos unos combinados en este garito y cambiamos de sitio, ya que nuestras almas ya no podían aguantar taaaaaaaaaaanto pijerío. En este otro local de la C/ Orense me encontré con dos amigas, y me quedé con ellas, ya que Marc decidió irse a casa. Total, que cayeron otros cuantos fresquitos y a eso de las 6, con una moña bastante gorda, pensé que era cuestión de batirse en retirada. Mi objetivo primordial era coger un autobús "búho" y llegar a Cibeles, para allí coger otro búho hasta Carabanchel, mi castizo barrio.

Me indicaron a que altura de la Castellana estaba la parada del búho, y allá que fui a buscarla. Yo no había estado en esa zona de la Castellana, y menos de noche....y menos tan tajado como ese día. Total, que crucé la Castellana por donde me pareció bien, pero como no me ubicaba debido a algo que me habrían "echado" en la bebida (alcohol, fijo), me volví a cruzar otra vez a la acera de inicio. En estas que vi llegar al autobús por la acera de enfrente, y eché a correr para cruzar de nuevo y pillarlo....pero se me escapó. Como ya sabía donde paraba, me esperé a que llegara el siguiente.

Un buen rato después llegué a Cibeles, y me cogí el 485 (creo) destino Carabanchel. El problemita con este trayecto es que me quedé dormido como un lirón, y me pasé de la parada en la que me tenía que bajar....mejor dicho, me las pasé todas, porque me tuvo que despertar el conductor para decirme que habíamos llegado al fin del trayecto. Me bajé a trompicones, de muy mala leche, porque me estaba sentando el sueño muy muy bien. Me despejé rapidito, porque parecía que Madrid estaba en la época del monzón y llovía a mares. Situenme ustedes en una parada de bus de las afueras de las afueras de Carabanchel, a las 7 :45 de la mañana, lloviendo a mares, donde la marquesina no me servía para nada. El conductor, que tenía que hacer el trayecto a la inversa, se había metido en una casa y no salía. Me estaba helando, media hora de pie esperando, calándome como un churro...Al final pasó otro autobús dirección Cibeles y allá que me monté, pensando en darme una ducha para entrar en calor y meterme en la cama.

El destino, caprichoso en algunas ocasiones, y más si ese día se ha ido de fiesta con Morfeo, decidió que no había nada más bonito que pasearse a bordo de un búho de la EMT un viernes a las 7 de la mañana, con la que estaba cayendo fuera....y me volví a dormir, y en lugar de bajarme cerca de la Plaza de Oporto, aparecí en Pirámides, más allá del Vicente Calderón (los que conozcan Madrid ubicarán perfectamente todo este desaguisado)...a unas 7 u 8 paradas de bus de la mía.

Cagándome en todo, decidí que ya estaba bien de autobús, que seguro que lo conducía el diablo. lo mejor sería volver a casa en el Metro de Madrid...vuelaaa!!. Y me cogí el metro en Pirámides, dirección Oporto...y me volví a dormir. Puede parecer increíble, pero cuando me desperté estaba en Eugenia de Montijo. Cambié de andén para volver a Oporto, pero se me fue completamente la pinza y volví a cambiar de andén, me monté en el primer tren que llego y segui trayecto hacia adelante, bajándome en Aluche!!! En ese momento yo creo que la lucidez me vino de golpe y me avergoncé de mi mismo, vagabundeando como un gilipollas por Madrid...

Bastante sereno, serio y formal volví a coger el metro, me sujeté los párpados para no volver a dormirme y por fin me bajé en Oporto, cansado, sudado, agobiado, nervioso perdido...cogí un periódico "20minutos" me lo metí debajo del brazo y eché a andar hasta mi casa, cuando el reloj marcaba ya casi las 9 de la mañana. Cuando hablé al día siguiente con mis amigas y me preguntaron que más o menos a que hora había llegado a casa, contestándoles que casi a las 9, va y me dice una de ellas: venga ya tío, o sea, te despides de nosotros diciendo que estás cansado y que te vas a casa a dormir y luego vas y te quedas de fiesta por ahí?? Que morro tienes, majo!!!...

Si yo les contara...

3 comentarios:

  1. Ésta historia también está muy bien para Halloween, porque parece el autobús del terror... o será del sopor...

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  2. jajajajaja qué bueno, sí supongo que fue alcohol lo que te echaron jajajaja. Yo soy de Madrid y te aseguro que me he quedado muerta (de risa) de las vueltas que diste.

    Un beso

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  3. Menuda aventura, chiquillo!! Habría que verte!!

    Besos.

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