viernes, 3 de diciembre de 2010

La fuga II (casi)


Amanece un nuevo día. Subo la persiana y veo una nevada acojonante, abro la ventana para deleitarme con el aire fresco y el sosiego de una ciudad cubierta con la nieva..y como una exhalación, viene la gata corriendo, toma la silla como rampa de lanzamiento e intenta escaparse por la ventana. La hemos cogido a tiempo, porque no me apetecía tener que ir a rescatarla otra vez a un balcón ajeno. Os pongo en antecedentes de como me juego el físico y me expongo a denuncias.

Llego de trabajar a eso de las 14:15. Como se que Ester está trabajando, le mando a la gata el saludo de rigor. Me parece raro que no salga al pasillo a pedirme comida, como suele ser habitual. Voy al salón y tampoco está (que raro!!). Abro algunos armarios por si Ester se la ha dejado dentro (tampoco sería raro), pero sin éxito. Oigo un "miau" lastimero y lejano. La llamo la mismo tiempo que intento seguir el rastro de su maullido. No la veo por ninguna parte y me empiezo a preocupar. Salgo a la terraza y sigo oyendo el maullido, ahora más claro. Miro hacia abajo por si le ha dado por hacer salto al vació sin arnés y está magullada. Nasti de plasti.

Vuelvo a oír el miau e intuyo que viene de la terraza de un vecino, pero en ningún momento pienso que es Irati porque es otra terraza, del bloque de al lado. El acceso frontal es totalmente inaccesible porque es perpendicular a nuestra ventana y el acceso lateral tiene una plancha metálica de protección con una abertura de apenas 5 cm.

Voy a nuestro cuarto y veo la ventana estupendamente abierta de par en par (en ese momento pienso en Ester levantándose por la mañana y abriéndola para que entre aire fresco y limpio...sin acordarse que tenemos una gata que quiere emular al Gran Houdini y sus técnicas de escape). Ahora el maullido me resulta totalmente familiar (joder, joder...) y decido salir por la ventana para asomarme al balcón. Es fácil puesto que entre los dos edificios hay una especie de espacio ciego por donde van los tubos de la calefacción. Salto por la ventana y miro por el balconcillo del vecino...y ahí está ella, mirándome con sus ojazos verdes y llena de polvo, telarañas y mierda (y eso repetí yo en ese momento, mierda, mierda, mierda!!).

Después de la odisea para hablar con Ester y contarle lo estupendo del asunto que tenía por delante, empezamos a valorar las opciones para el rescate de nuestra amiga. El primero era el llamar al piso en cuestión, pero tampoco sabíamos exactamente que piso sería, puesto que era de otro edificio. Aún así, no se veía mucho movimiento en ese piso, y más aún teniendo en la terraza un gato maullando como si la estuviera matando. De ahí pasamos a la segunda opción, que era la de que YO saltara al balcón. Aquí había un problemilla, y era la nada desdeñosa altura entre el balconcillo y el piso (yo calculo unos 8 0 9 metros). Ester me decía que llamara a la policía, pero me resultaba de chiste que llegara la poli, incluso con los bomberos, y vieran que "solo" tendría que cruzar una pared de apenas 1 metro (pero con 9 metros de caída y sin colchón abajo, que quede claro!!).

El tercer problema que surgía derivaba directamente del asalto al balcón vecino, y viene a llamarse, utilizando un término muy técnico "ALLANAMIENTO DE MORADA" con premeditación y alevosía. Al final, viendo que no tenía muchas opciones más, que se me echaba el tiempo encima,que no tenía comida hecha y que el gato iba a empezar a levantar sospechas entre el vecindario por lo profundo de sus maullidos, decidí que me daba todo igual, pero que por mi gato MAAA-TO!!.

Cruzar a la terracilla fue fácil, simplemente consistía en agarrarse bien a la pared y estirar las piernas para llegar al otro lado, bien pegadito al muro. Cuando logré saltar dentro de la terraza valoré seriamente la posibilidad de pegarle una colleja al gato por cabrón, pero decidí que sería mejor pensar el castigo una vez en casa. Lo gracioso venía ahora, ya que tenía que pasar a la gata al espacio muerto entre el balcón y mi ventana para luego saltar yo. No se si tendréis gato, pero la sensación de estar suspendida en el vació no le hacía ninguna gracia a mi gata. Encima, yo no soy de brazo largo y no llegaba para dejarla apoyada en ningún sitio. Estiraba el brazo todo lo que podía con ella agarrada del pellejo y a su vez, ella enganchada a mi brazo con la uñas, gritando como una bestia y casi seccionándome la extremidad con las uñas. Al final conseguí tomar algo de impulso y tirarla a tierra firme para, rápidamente, volver a saltar del balcón a mi ventana. Durante todo el proceso no valoré la posibilidad de que algún vecino del edificio que completa nuestra manzana estuviera viendo la farsa que había montado y descojonándose totalmente.

Al final no paso nada, no recibí ninguna denuncia ni nada parecido, me curé los miles de arañazos y mordiscos, me hice la comida y respiré tranquilo. Aún hoy, muchos meses después, me pregunto por donde cojones consiguió meterse en ese balcón y que andaba buscando...y menos mal que por aquella época solo pesaba un kilo, ahora pesa más del doble!! La próxima vez intentaré medios un poco más de legales antes de jugarme el físico y una multa!!

2 comentarios:

  1. Estoy valorando seriamente llevarla al circo, entre escapismos y equilibrismos hacemos el agosto...

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  2. Juas, pobre bicho!! Con el miedo que me dan a mí, yo no sé qué habría hecho. Aunque tengo entendido que los gatos sin los lanzas (no desde una distancia brutal) tienen como amortiguadores de la caída. Así que la podrías haber lanzado en plan pelota, no? P

    Oye, una duda existencial... Es que no sé qué haces, pero siempre se me cuelan tus actualizaciones sin leerlas y las veo varios días después. Escribes sobre blogger y cuando publicas dejas la fecha de cuando empezaste a escribir el post? O soy yo que estoy empanada y por algún motivo tus entradas nuevas me salen en el blogroll varios días después? (es que es por ahí por donde me entero, aún no me he puesto con el Google reader ese).

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