martes, 11 de diciembre de 2012

La mala eduación


En España hay gente muy maleducada. Pero mucha, mucha. Y me ponen negro.


Comentaba Cristina que a veces, cuando le toca currar los fines de semana en la redacción del periódico, entra alguna persona en la sala donde ella está, completamente sola, la ven y no tienen el detalle de decir un simple "hola" o un más educado "buenos días" o "buenas tardes".

Entiendo que la gente pueda estar, a causa de los momentos que todos estamos atravesando, un poco más agobiada, triste, cabreada o desilusionada. Pero eso no es obstáculo para ser agradable, ya que cuesta exactamente lo mismo que ser desagradable o borde.

A cada paso que doy me encuentro con situaciones de este tipo que hacen que me tenga que morder la lengua, y cualquier día me voy a envenenar con mi propia ponzoña, porque no soy lo suficientemente borde como para soltarlo y quedarme tan ancho. Por ejemplo, hace poco estuvimos de visita en una bodega en Olite. Había unas parejas con unos cuantos críos, los cuales se separaban de ellos para ir a tocarlo todo, dando golpes en los depósitos de aluminio, barandillas, escaleras y todo aquello que les apeteciera. Por supuesto, sus padres no les decían absolutamente nada, que es lo que más me cabrea. Para ellos, sus niños solo se estaban divirtiendo un poco en un sitio super-aburrido para un crío de 5 y 8 años (déjalos en casa o si no puedes, explícales donde los vas a llevar para que se comporten), y poco les importaba que algunos de los allí presentes si quisiéramos enterarnos de las explicaciones de la guía. Tampoco les parecía importar mucho las miradas que la guía echaba de vez en cuando al sitio del cual provenían los ruidos. Y me tengo que contener para no decirles nada, porque no son mis hijos y paso de broncas con un padre que tendrá, posiblemente, muy poca educación.

Caso similar fue el de unos niños en una visita guiada al Palacio de Navarra, sede del gobierno regional. Si sabes que tienes unos hijos quejicas que no aguantan ni medio minuto en un sitio, plantéate tus ratos de ocio de otra manera, pero deja de hacer el gili y de molestar con tus hijos. En este caso, como uno de los niños que acompañaban a sus padres se había cansado de estar de pie 5 minutos, decidió que lo mejor era tirarse todo lo largo que era en una de las alfombras del edificio y reptar cual lombriz por el suelo. La madre solo acertaba a decirle, cansinamente y sin ningún fundamento: "fulanito, ven aquí, no te tires al suelo, que molestas"...coño, lo levantas de una oreja, le pellizcas, le pegas un azote y le dijes que le vas a sacar los higadillos si se porta mal...estamos criando mendrugos!!! Luego tiene que venir la Supernanny y el Hermano Mayor, normal!!
Estos son algunos ejemplos de lo mal que educan los padres a sus hijos. Evidentemente, los niños aprenden de los mayores que les sirven de ejemplo. Y gente maleducada con más de 40 hay por doquier, y cada día más. Un ejemplo que me requema día tras día se da muy cerca de mi casa. Concretamente, en un ascensor urbano que comunica mi barrio con el casco antiguo de Pamplona. Son dos ascensores que salvan un desnivel de 50 metros en diagonal y muy útiles para no tener que subir dos cuestas bastantes pronunciadas. Los ascensores son grandes, con capacidad para 20 personas más o menos (dependiendo de lo bien o mal que se coloquen o de su volumen corporal). Funcionan las 24 h. del día y en ellos se permite que suban silletas de niños y bicicletas. El acceso de animales está prohibido. Pues bien, hay algunas personas que esto no lo entienden del todo bien, sobre todo cuando hacen acto de presencia los malditos ciclistas y su puta manía de querer ir pedaleando por la ciudad.

Yo suelo coger este ascensor de manera habitual, incluso cuando voy en bici. Si hay mucha gente esperando, motivo a mis piernas y las invito a subir la cuesta, que cuesta un poco pero al final se sube. El problema es que subiendo la cuesta me desvió considerablemente de  la ruta que seguiría si subiera en el ascensor. Si veo que no hay mucha gente me espero y aguardo mi turno en la fila educadamente. Es más, si veo que hay mucha gente delante de mi y que podría molestarles con la bici, prefiero esperar un minuto más y colocarme en el otro ascensor para subir el primero y poder colocar al bici a un lado sin manchar y ocupando el mínimo espacio posible. Pues bien, se han dado ocasiones en que, estando el primero para entrar, en cuanto el ascensor se ha quedado vacío de la gente que baja, todos los que estaban detrás de mi me se han colado sin ningún pudor, dejándome con una cara de gilipollas que sería para enmarcarla.

Otras veces consigo subir y no suele faltar el típico cascarrabias de las narices con ganas de bronca que empieza a refunfuñar porque hay una bici dentro (la mía o la de cualquier otro ciclista), porque quitan espacio, porque somos unos señoritos que solo queremos la bici para pasearnos, que si tenemos una bici para hacer deporte, podríamos subir la cuesta con ella, bla, bla, bla. De verdad que me muerdo la lengua para no saltar. Dentro de este colectivo de cascarrabias se encuentran los miembros de un clan familiar que viven justo al lado del ascensor. No tienen ni un ápice de educación y se piensan que el ascensor es suyo, para que bajen a visitar a sus primos que viven en el barrio de abajo (ahora hablaré de ellos). Pues bien, se enfadan a menudo si el ascensor está a punto de subir y lo paramos para que entre algún otro transeúnte que viene corriendo y que tiene espacio de sobra para entrar. Empiezan con su retahíla de "pues que apretaditos vamos a subir", "si queréis lo paráis para que entre todo el barrio", "pues vaya, a otro que tenemos que esperar"...me ponen más negro que "quemao", no puedo soportarlo. Me parece de un egoísmo supremo, sobre todo cuando pueden entrar 20 personas y ellos quieren subir solo con 10 o 12. 

También se quejan mucho de las bicicletas y de que podían subir por la cuesta para hacer ejercicio. El que más lo dice es uno gordinflón que podía dar ejemplo y subir por la cuesta para bajar la barriga que ha criado en su casa, ya que, como es habitual, no se le conoce un trabajo "legal". Ah, y estos tienen perro, y por supuesto, lo suben en el ascensor, pero las bicicletas, "mire usté, molestan mucho a las persona humana que tenemos que utilizar el ascensor".

Los miembros de este clan familiar (sin ánimo de ofender, pero como son reincidentes en algunas cosas, no te queda más remedio que fijarte en ellos), con poca o nula eduación, son muy aficionados a coger algo del supermercado, llevarlo de acá para allá y si al final no les interesa o no les llega el dinero, dejarlo en el primer sitio que encuentran. Es fácil encontrarse una tarrina de helado derritiéndose con los biscottes integrales, una sarta de chorizo dulce con los destilados de grano y malta o rollos de cocina monocapa junto con los muslitos del mar..para que lo van a dejar en su sitio? Si tu crío va cogiendo botes de todos los lineales, déjalos donde pilles, no te molestes en dejarlos en su sitio. O si te comes una bolsa de patatas mientras haces la compra y al final pasas por caja la bolsa vacía para que te la cobren, como ya te las has comido, para que te las vas a llevar? Pues déjala en la caja junto con los folletos de las ofertas, por si alguien quiere chupar los restos...no puedo con estas cosas.

Abuelas que se cuelan por cualquier sitio y se ofenden si te pones serio y les llamas la atención, taquilleros del autobús urbano que te miran con cara de mula y no responden a tu "buenos días", gente que se empeña en sembrar de colillas el césped de una piscina pública (se las hacía tragar a todo ellos), fumadores que se salen a la "calle" a fumar pero se quedan en la entrada, y el humo no sale, se queda dentro con ellos, con la consiguiente molestia. Siguiendo con este tema, fumadores que tiran las colillas al suelo, junto al cenicero puesto para su depósito. Gente que tiene la puta manía de pararse en medio de la puerta de entrada de cualquier recinto a charlar animosamente, molestando a los que entran o salen. 

Y dentro de este grupo, un gilipollas que me tocó las narices el fin de semana pasado en Logroño. Entrábamos en un bar muy estrecho, hice algún esfuerzo por "apartar" a la gente para poder pasar al fondo, y notaba un codo que alguien me clavaba de forma ostentosa y descarada. Me cagué en sus muertos y no le di más importancia. Al salir, como si me estuviera esperando, volvió a clavarme el codo cuando me puse a su lado. Hice ademán de zafarme de él y el tío seguía con el codo en mis costillas. Le miré y le dije que si estaba de coña y me dice que eso lo hace para que la próxima vez no le vuelva a empujar...tuve que contenerme para no soltarle un improperio porque había cenado muy bien y no quería que se me cortara el buen rollo. Que pena que Dios, cuando repartió los dones, no me diera el don de ser un "borde" sin remordimientos, porque noto que lo voy necesitando...